La sirena que le devolvió sus sueños
(incluye poesía de Mario Benedetti)
La brisa golpeaba su cara. La noche era oscura pero diáfana. El murmullo del mar rompiendo en las piedras lo acompañaba.
Sentado en la arena, pensaba en su vida. Había buscado un lugar tranquilo, que le infundiera paz. Eso era lo que necesitaba. Últimamente esta se había visto alterada por las circunstancias. Necesitaba meditar.
De tener una vida tranquila, todo se había complicado en los últimos meses. El trabajo, la enfermedad de su padre, el desamor, todo junto. Semana a semana se había hundido en un estado del que debía salir, pero no sabia como.
Las horas transcurrían en un vaivén de pensamientos perdidos en la nada. Sus ojos estaban clavados en el bamboleo rítmico de las olas.
Una suave música comenzó a llegas a sus oídos. Se sentía como en un ensueño. La melodía lo relajaba, más, más y más.
De repente un resplandor iluminó el fondo del mar.
Su mente se puso en alerta, no atino a levantarse, no podía, una tranquilidad fantasmal lo invadía. Solo fijó sus ojos en la luz. El agua se movía, provocando un burbujeo cada vez más grande. La luminosidad creció de golpe hasta cegarlo un instante. Una figura emergía lentamente..
Creció, cada vez más nítida. Se acercaba a él.
Intentó levantar sus brazos para taparse de la luz y distinguir algo, pero no pudo. No le importo, se dejo estar. No sentía temor.
La figura tomó forma sentándose a su lado, al tiempo que la luz cesó, pero no la melodía. Le sonrío y le dijo.
– Hola, soy la guardiana de esta playa. Te he visto, aquí desde hace horas. He percibido tu estado de ánimo, solo, pensativo. No sé, creo que necesitas algo de ayuda. Percibo tu tristeza desde lejos. Así que he decidido romper las normas, aquí estoy.
Él la miraba extasiado. Su belleza no era real. La sonrisa tierna, su pelo suave y brillante. Infundía tanta paz. Lo único que atino a hacer, fue devolverle el saludo.
– Hola soy…
Ella posó sus dedos sobre su boca, impidiéndole que siguiera. Y dijo…
– Sé quién eres, no hace falta que me digas nadas
– Como lo sabes…
– No te has dado cuenta, soy una sirena, aunque ahora parezca humana, nosotras sabemos y podemos hacer muchas cosas que para ti no son normales. Por eso he decidido regalarte un sueño a ver si te animas un poco. Hace muchos años que no lo hago, me gustaría hacerlo ahora. Así que piensa, tienes la oportunidad de hacer lo que quieras.
– ¿Lo que quiera. ? preguntó él, y automáticamente se le iluminó la cara con picardía…
-Si, lo que quieras, menos eso. Con las sirenas no se puede, sino nos convertimos en mortales, y no es mi intención. Todos pensáis lo mismo, sé original. Comenzó a reír.
Su risa suave, rítmica, invitaba a seguirla.
– Bueno lo intente, y río con ella.
– Qué te gustaría, piensa en algún sueño.
– Soñar algo, no me vendría mal. Hace mucho tiempo que no lo hago, creo que los he perdido, no sé cuando, pero se han ido.
Ella se quedó pensativa, sabia de donde venia el problema.
– Si eso es tarea de los duendes de la noche. Los squibs, se dedican a meterse en los sueños de la gente robándolos. Esto es peor de lo que suponía, bueno sígueme, ven conmigo, vamos a buscar tus sueños, a ver si podemos salvar alguno antes que los maten definitivamente.
Lo cogió de la mano, se levantaron al unísono, y la playa desapareció.
Se sumieron en la oscuridad. No sentía miedo, el contacto con su mano lo apagaba.
– ¿Dónde estamos?
– Este es el territorio donde van los sueños perdidos, ya comenzaras a ver. Necesitas unos minutos para adaptarte.
De repente, luces de colores hicieron su aparición. Melodías de canciones mezcladas, paisajes de montañas con desiertos, agua de lagos con mares, playas de arena clara con árboles centenarios. Era una visión mágica. Todo se mezclaba sin sentido. Los colores, las sensaciones se superponían deliciosamente. Era un espectáculo maravilloso.
Sus ojos se movían de un lado hacia otro, descubriendo detalles conocidos. Pero no eran los mismos, algo distinto tenían a los que él recordaba.
– Estamos en la zona que lleva tu nombre. Todo lo que ves fueron, son o serán tus sueños.
– ¿Todo esto mis sueños? Pero esta todo patas para arriba.
– Eso es porque el squib que te los ha robado, los esta destruyendo. Para hacerlo debe imprimir primero el desorden, así las cosas antagónicas, se destruyen una a otras. Creo saber quien ha sido. Conozco muy bien este método. Esto es obra de Metzka. Todo lleva su sello. Sé donde encontrarlo
Las imágenes se detuvieron. Apareció una puerta, la abrieron y comenzaron a subir la escalera caracol. Cuando llegaron arriba, ahí estaba Metzka, jugando con su ordenador, riéndose a carcajadas de lo que hacia.
– Metzka, hola tanto tiempo. Dijo la sirena.
El squib se dio vuelta, sorprendido.
– Pero bueno que tenemos aquí. Hace mucho tiempo que no te veía. Si has venido es porque quieres algo, ¿qué será?. Preguntó
– Hemos venido para que le devuelvas a él sus sueños, los necesita. Sin ellos no es nada. Tú se los robaste.
– Ja, Ja, sus sueños. Yo se los saque porque él los abandonó, me los entrego por sí mismo sin casi darse cuenta. Al perder la fantasía, perdió sus sueños. Y sabes muy bien que lo que uno encuentra abandonado es del que lo encuentra.
– Pero tú sabes, que no puedes ir por ahí cogiendo todo lo que encuentras. Todo lo perdido siempre tiene un dueño detrás, no siempre uno tiene la intensión de perder las cosas, a veces las circunstancias son las culpables. Los sueños de la gente son importantes. Mira el resultado de tu acción. Está perdido, sin ganas de nada, no encuentra sentido a las cosas, le hacen falta. Venga, me debes un favor. Si se los devuelves, quedamos a mano.
Metzka se quedo pensativo. No sabia que contestarle. Era verdad que le debía un favor. Le había ayudado en el pasado, y las deudas de honor se debían pagar. Muy a su pesar se los tendría que devolver. Pero no le resultaría fácil, por algo él era el jefe de los duendes de la noche. Si simplemente se los devolvía como lo verían los demás squibs. Posiblemente pensaran que era débil, fácilmente manejable por una sirena. Debería ganarlos de vuelta. Y si no lo lograba, no se los devolvería nunca más. Sonrió maliciosamente, no se lo pondría fácil.
– Esta bien, consideraré la idea de restituirlos pero para comenzar en pensar en ello, él me debe demostrar que es merecedor de esos sueños. Mucha gente no tiene posibilidad de tener sueños, y si él los abandonó, quién me asegura que no lo volverá a hacer.
– Me parece justo, dijo la sirena. Ya es bastante para empezar que lo consideres. Algo es algo. ¿Qué tiene que hacer para demostrarte que sin sus sueños no es nada?
– Déjame pensarlo, vuelve aquí mañana y té lo diré. Pero desde ya aviso que no le resultará fácil. Los sueños abandonados es una cosa seria.
La sirena sonrió, dejando la habitación por la misma escalera que la había llevado ante el duende de la noche. Sabia que Metzka tenía razón. Los sueños en parte eran el motor que alimentaba la fantasía de la gente. Sin ellos no había futuro. Se cumplieran o no, era lo que mantenía muchas veces la fe encendida para seguir hacia delante.
– ¿Y ahora qué? Preguntó.
– Nada, a esperar hasta mañana, ven iremos junto al río conozco un lugar donde pasar la noche tranquilos.
– ¿Río, que río?
Él no veía nada, solo oscuridad. Pensó que quizás las sirenas veían cosas que sus ojos normales no lo hacían. Estaba tan sorprendido, algo aturdido por todo, que no pregunto más y se dejo llevar.
Tenía razón, para que preguntar más, de repente apareció un río tranquilo, que cruzaba un frondoso bosque a ambos lados. Ella escogió un recodo donde una suave mata de césped llegaba hasta el borde del agua que discurría lentamente. Se sentaron debajo de un frondoso roble, dispuestos a pasar la noche.
– Sabes que árboles como estos, el roble, son mágicos.
– ¿Entiendes lo que pasará mañana no? Dijo la sirena.
– Algo, pero no lo tengo aun muy claro.
– Abandonar algo tan valioso como los sueños es algo delicado. El abandono en sí es malo. Significa bajar los brazos en la lucha por la vida, verse derrotado por las circunstancias. Eso no puede ser. Nunca se debe hacer. Hay que luchar por las cosas con energía y fe en salir adelante. Aunque estas falten, nunca se debe abandonar nada, ni los afectos, ni las personas, ni los sueños. Todo tiene solución. Algún sabio decía “ existen dos tipos de problemas, los que tiene solución y los que no. Si tienen solución para que te preocupas si se solucionaran. Los que no tiene salida, aprende a vivir con ellos, pues no tienen solución, para que te preocupas.” En definitiva, así son las cosas. Todos tienen problemas, intenta ser positivo y mirar para adelante. ¿Por qué abandonaste tus sueños?
– No sé. Las cosas suceden, no les prestamos atención. Simplemente un día te das cuenta que algo ha cambiado, que no era todo como antes. Eso paso con mis sueños. Algún día volaron de mi vida sin casi percibirlo. Nunca he sido consciente de ello, jamas los tiraría así sin más. Posiblemente no les prestara mucha atención y por eso se fueron.
– Eso es, la falta de interés también cambia las cosas. No se puede perder la perspectiva del todo. Los sueños son una cosa más de nuestro existir. Si vamos anulando partes del todo, al final lo alteramos. Los sueños forman parte de nuestra fantasía. ¿Qué es una persona sin ella? Mata la parte de niño que todos los seres tienen. Se convierten en personas sin inocencia, sin anhelos en definitiva sin sueños. Transcurre sus horas, deambulando como autómatas siempre repitiendo una rutina de vida gris. Hay que intentar buscar el arco iris.
Él levantó la vista al cielo al escuchar estas palabras y de repente sonrió.
– Mira allí. Indicando con la mano
Entre las copas de los árboles se veían nubes en el cielo, y el atardecer produjo un pequeño arco iris entre unos claros. Era una señal, pensó la sirena.
– Venga vamos a descansar que mañana será un día duro por lo que te espera. Conozco a Metzka, no te lo pondrá nada fácil. Pero sé que puedes con cualquier cosa, lo importante es que tengas fe en ti mismo.
¿Fe en mi mismo? Pensó mientras clavaba la mirada en las primeras estrellas que se veían entre los árboles. La noche que comenzaba iba a ser clara, las nubes se habían dispersado.
Tener fe, que cosa difícil. No se había planteado eso últimamente. Cuantas cosas había dejado de pensar o de disfrutar. Quizás todo el problema residía en que solo existía no que vivía.
– Una diferencia sustancial de actitud hacia tus días. Dijo la sirena de repente.
– Pensé que dormías, sigues leyendo mis pensamientos?
– Tus pensamientos vienen a mí. Recuerda que en este momento tu y yo ocupamos el mismo espacio tiempo en el todo, yo soy parte de ti, siento y recibo lo que piensas sin dificultad. Sabes, lo que pensabas se reduce a una actitud hacia las cosas. No siempre es fácil enfrentar los distintos aspectos que se nos presentan, pero según la actitud del individuo hacia el todo serán las respuestas.
– Creo entenderte.
– Un ejemplo, tu intentas algo, le pones coraje, decisión y empeño, no consiguiendo resultados. Te desilusionas y bajas la guardia. Ese es el error. Perder la fe en conseguirlo. Si no lo haces a la primera, lo debes volver a intentar, lo importante reside en no dejar de andar, de intentar cosas, al final conseguirás lo que querías o algo parecido, pero habrás obtenido algún resultado seguro. Uno debe estar siempre en movimiento, nada vendrá a ti porque sí, tienes más posibilidades en ir a buscarlo tú. En parte de ese proceso están los sueños. Por eso son tan importantes en la vida de una persona. Son la diferencia entre el vació y lo demás.
– Dime una cosa, ¿las sirenas no encantaban a los marinos con su canto y los traían hacia ellas para encallar sus barcos en las rocas, y así estos morían?
Ella dejo escapar una carcajada.
– Esas son leyendas del pasado, tonterías. Muchas cosas se han dicho y escrito sobre nosotras. Pero eso no es lo importante, solo preocúpate por lo que te espera mañana, venga descansa lo necesitaras.
Dejaron de hablar. Con el murmullo que la brisa provocaba en las ramas de los árboles se durmió.
Encantar a marinos, pensó ella, vaya sino. Muchas leyendas sobre las sirenas, ¿qué había de verdad y de mentira? Lo mejor siempre era que cada persona sacara sus conclusiones. De que importaba lo que la imaginería popular desarrollaba. Los miedos de los mortales a lo que no conocían ni veían eran a veces muy fructíferos en el desarrollo de historias. Eso en parte les daba ventaja a ellas. Podían como ahora volverse mortales y ayudarles. Eso quedaría en la memoria de aquel hombre, no las tonterías. Con estos pensamientos se perdió en la noche navegando por las estrellas. Hacía tanto tiempo que no pasaba por esta experiencia. Se sentía bien, aunque preocupada pensando en lo que Metzka querría que pasara.
– Esta bien, me llevara tiempo arreglar lo que he hecho. Pero te lo debo a ti. Tendré que estar en el ordenador mucho tiempo. Pero es un pacto. En unos días de su tiempo los habrá recuperado. Eso sí, si los vuelve a abandonar, los destruiré definitivamente. Y se quedará eternamente vacío.
La sirena se acerco al squib, le dio un beso en la frente diciendo.
-Metzka, no eres tan malo como quieres mostrar que eres.
Se ruborizo, pero escondiendo su instante de debilidad, comento.
_Escucha hombre, yo amplio mi vida consumiendo los sueños que la gente abandona, esta ves te salvas, pero no habrá próxima. Ya se donde encontrarlos.
El no podía hablar, no le salía nada, solo atinaba a mover la cabeza como signo de afirmación. Todo esto era demasiado irreal para él. Si no hubiera sentido la mano de la sirena sobre la suya, se hubiera perdido.
-Adiós, Metzka, nos veremos
-La próxima vez, no será así. Mi deuda está pagada. Pero si me quieres visitar sabes donde encontrarme.
Volvieron a la playa. Ya el sol salía por el horizonte. La claridad lo invadía todo.
-Bueno me voy. Dentro de unos días habrás recuperado tus sueños. Has buen uso de ellos. Vuelve a ponerlos en marcha. Me lo prometes.
-Si trataré.
-Adios, y cambia esa cara, sonríe que los has recuperado, siempre recuerda eso que decía el poeta…
“When you are smiling/
ocurre que tu sonrisa es la sobreviviente/
la estela que en ti dejó el futuro/
la memoria del horror y la esperanza/
la huella de tus pasos en el mar/
el sabor de la piel y su tristeza
When you are smiling/
the whole world/
que también vela por su amargura/
smiles with you.”
Se alejó lentamente, la misma melodía que la trajo la acompañaba. -Espera, no se como te llamas. Dime cual es tu nombre.
Ella se dio la vuelta, sonrío y dijo. -Pensé que lo sabias. Me llamo Magia…Le guiñó el ojo, y se sumergió en el mar.
La venganza del diccionario
La radio sonó como todos los días a la siete. Como sucedía últimamente, Rocío no la escucho.
Se había acostado tarde. Siendo más joven le apetecía dormirse viendo la tele, aunque el pasar de los años y su consabida carga de estrés actual, disfrutaba leyendo hasta tarde. Esos minutos de encuentro con la lectura eran su mejor terapia, para que sus sueños no rondaran con más pesadillas de trabajo, sino con suaves reflejos de los personajes de los libros que la acompañaban los últimos minutos del día.
Para colmo, en lo que le gustaba ponía tanta pasión, que cuando cogía un libro, si la historia la atrapaba no podía parar. Últimamente esto era reiterativo por lo que no llegaba a cortar la luz hasta bien entrada la noche.
La radio matinal, sonaba con su programa preferido, e igualmente no lo oía hasta pasado mucho rato. “Aunque sea me despierto riendo”, se repetía más de una vez. Con las bromas tempraneras de la radio, juntaba energía suficiente para lo que la jornada le deparaba, que no era poco.
Su trabajo le encantaba, pero reconocía que le daba muchos dolores de cabeza. No era una profesión fácil, y sobre todo su condición de mujer, era para muchos, que la rodeaban, un impedimento.
Llevaba muchos años, peleándose con los ordenadores y con la gente de la obra.
A los primeros los dominaba, porque eran máquinas que no hablaba, por suerte. Pero a los segundos a veces los quería tirar de un empujoncito accidental del andamio de la fachada que estaban inspeccionando.
Nunca, como en los últimos años sentía el rechazo sistemático que encontraba en las obras cuando aparecía. A veces se cuestionaba si era porque era un mal profesional. Pero tenía la certeza que si bien no era un genio (los cuales había pocos en lo suyo), por medio del esfuerzo se había hecho un lugar en el mercado. Con dedicación y trabajo tenía un nombre reconocido antes sus colegas.
La gente de las obras, esos eran otra cosa.
Por milenios las mujeres no habían entrado nunca a una construcción por trabajo, a no ser que hubiera sido la propietaria de lo que se construía. Los tiempos cambiaban, y también tenían que hacerlo en la construcción, aunque todavía había vestigios de rebelión encubierta a la aceptación de mujeres en ellas. Para desgracia o resignación femenina, ella había caído en una empresa donde los propios dueños, aunque colegas, pensaban igual que la gente que contrataban.
Mientras estaba en la oficina, no existía inconveniente.
Al contrario, llevaba sola un grupo de trabajo de cinco personas, con puestos de ordenadores, donde todo se procesaba para llegar de la forma más avanzada a las obras.
Pero la alta tecnología no era buena hermana con la rudimentaria construcción.
Eso lo comprobó cuando por problemas que no vienen al caso relatar, comenzó a ir de visitas de trabajo a las obras. Algo tenía que hacer.
Una navidad, recibió de regalo una edición de facsímile, del Diccionario de las Nobles Artes, del año 1788, y surgió la idea al leerlo.
Lo estudio de arriba abajo, se aprendió todos sus términos, y decidió aplicarlos a los trabajos de la obras que visitaba así no solo tendrían que hablar de ella por ser mujer, sino que les daría real motivo y ella se reiría, de paso, un rato. Sabía muy bien, que más de uno ni se enteraría de lo que decía, y por no dar su brazo a torcer no preguntaría. Era una venganza infantil, lo entendía muy bien pero como toda venganza aunque light era dulce, como dice el dicho y si no lo decía, le parecía igual, gozaría haciéndolo.
Había tenido que reciclarse a las circunstancias del tiempo, si su vida transcurrió hasta unos pocos años antes entre ladrillos, revocos, solados, caños, estructuras, ahora también estaba inmersa en memoria Ram, Cad, 3d, disco duro, bits, etc, etc…
Porque los de la obra no se podían reciclar en cuanto al concepto arcaico de mujeres en la construcción.
No todos se los merecía, reconocía que algunos ponían predisposición a escucharla y eran gente fantástica. Pero uno en especial, llamado Luís, a ese enfilaba la jugada.
Todo había surgido, cuando el límite llego al escucharlo un día que comentaba que en su casa hasta su perrita le hacia caso a él, por algo era el amo de la casa. Eso la saco de sus casillas.
Y el día llego. Aunque dudo de hacer algo tan infantil, al final lo hizo.
Cuando arribaron a la obra que el tal Luís llevaba, como encargado, este se sorprendió pues no la esperaba. Con una sonrisa socarrona, como era habitual, pregunto en que la podía ayudar. Ella le dijo que venia a acordilar el área de accesorios para poder levantar el rubro de la albañilería. Luís se quedo mirándola como si hubiera hablado en otro idioma. Los segundos parecían minutos, pues no contestaba. En eso comentó, “bueno vamos que la ayudo.”
Ella estaba con su ayudante, así que se rehusó amablemente y dirigiéndose a la zona de servicios de la obra a tirar los niveles necesarios para replantear la albañilería. Cuando la tarea estuvo terminada, regresaron a la zona donde estaba el tal Luís dando directivas a sus obreros, y le dijo “-debemos marcar donde irán las acroterias, aunque antes debemos definir contigo donde pondrán las adaraxas que agramilaran con el arciche, si no encuentran las que necesiten. Para nivelarlas, cuando las coloque usaran arcalifa. “
La cara que puso Luís, fue de retrato. Sabía en lo más hondo de su ser que no había comprendido ni una palabra, pero era de los que no le preguntaría a una mujer. Se le notaba la tensión de sus rasgos, trago saliva y dijo. – Por favor, arquitecta tenga la bondad de dar usted las directivas, pues me espera los colocadores de tejas para resolver un problema, ya vuelvo.-
Ella esbozo una sonrisa maliciosa, primer round ganado. Cuando se volvió a los obreros no fue tan sofisticada al hablar y con palabras habituales para ellos, les explico donde colocar los pedestales sin basa que soportarían las estatuas del jardín, donde poner las trabas de los ladrillos en las paderes que debían levantar, para que no se les cayeran, y si necesitaban cortar algún ladrillo que usaran las herramientas comunes para esa tarea. Si al ejecutarlo aparecía un desnivel en los ladrillos que le pasaran revoco fino para nivelarlo, total iría pintado.
Juan, su ayudante, no entendía muy bien que pasaba. Aunque tenía la certeza de ser espectador de excepción de algún tipo de lucha, pero creía y conocía bien a Rocío, como para no atreverse a preguntar hasta que no estuvieran de vuelta en el estudio o estuvieran solos. Se daba cuenta que cuando llegaba a las obras, sufría una transformación, levantando un muro de acero para que no la agredieran. Le gustaba trabajar con ella, hacia más de cinco años que estaban juntos, y se daba cuenta que a veces el trato que recibía no se lo merecía. Ya habría tiempo para preguntarle que había pasado. Ahora por cariño y lealtad le seguiría el juego, si bien no sabía las reglas.
Luis regreso al rato y ellos seguían inspeccionando los trabajos y tomando apuntes de todo. “Vamos a ver la salida del garaje” -dijo Rocío- y los tres se apresuraron a cruzar los grandes charcos de agua y barro que reinaban en el sótano.
”-Luis esas dos ventanas no están en el plano” – le dijo.
”-No, las puse yo, pues creía que necesitaba más ventilación natural-“
”-Pero no has visto que rompiste la euritmia de la fachada, para colmo están a guachas y no se respeto el gociolato superior”-le contesto.
Nuevamente la cara sorprendida de Luís. Pensaba – que habrá tomado esta hoy, no le entiendo ni pío lo que me dice- pero no quiso discutir.
”-Lo decidimos con Antonio, y nos dimos cuenta que las tendríamos que haber puesto más acorde con las otras ventanas de arriba pero bueno, nos equivocamos se que le tendría que haber preguntado antes, siempre las prisas, no volverá a suceder.-“
Ahora, la sorprendida fue Rocío. Había aflojado, no se lo podía creer. Bueno creo que el pobre hombre ya tiene bastante, mejor me calmo, pensó y le dijo,
“-bueno tenemos que irnos, volveremos la semana que viene para ver más cosas, con lo de hoy es suficiente. Cualquier cosa me llamas al estudio.”
”- Si, no se preocupe, la llamo.”- le dijo Luís.
Cuando se dirigían al coche Juan, le pregunto que pasaba. Ella le contó, y no pudieron para de reírse.
”-Rocío, me tienes que prestar ese libro, pues no te entendí ni una palabra, y si me hablas a mi así haré el ridículo.”
En eso viene el tal Luís corriendo, pues se dejaban unos planos en la caseta, y para concluir el día, Rocío no pudo con su genio y le dijo
“- Por favor, recuerda de cerrar bien el palenque. Si nos llaman de la oficina, diles que nos pueden encontrar en la casa de placer de Villarosa.- “
Luís, se quedo mirándolos como se iban, con una expresión que parecía de dibujitos animados, cayéndosele la mandíbula por la sorpresa, ante el desparpajo de lo que había escuchado.
Juan subió al coche, también confundido y pregunto “que palenque va a cerrar, no es eso donde se atan los caballos, y a donde vamos? se que en Villarosa tenemos la remodelación de la casa de campo del jefe máximo, pero vamos a una casa de putas?-“
”-No tonto, hace doscientos años se les decía palenque al cerco de las obras y casas de placer a las casas de campo con buenas vistas. Como te voy a llevar a una casa de putas, que va a decir tu madre.”
Y no pararon de reír…
Preguntále
El atardecer era frío. No había parado de llover desde hacia más de un mes. Y un día sin agua era como un respiro a tanta humedad. Hacia mucho que el cielo no estaba tan claro. Juan saco a pasear a su perro, al que llamaba «Preguntále». Nombre curioso. Todo el mundo le reclamaba, como se llama tu perro? y él muy suelto le decía Preguntále, y luego venia la esperada cara de sorpresa de la persona que cuestionaba ante lo que consideraba una falta de respeto, pero Juan se partía de risa.
Preguntále, era muy simpático, aunque no paraba de querer ir de pendoneo a la calle. Le había cogido gustillo a pasear su porte a cuanto congénere encontrara por ahí.
Juan lo sacaba cuanto podía, pues sus estudios a veces restringían las salidas a lo esencial, por falta de tiempo. Pero esa tarde seca en comparación a las pasadas no podía dejar de salir a pasear. El cielo era claro.
En su casa estaba de visita su tía preferida, por lo que la invitó a ir con él.
Cuando llegaron a la plaza se sentaron en un banco a vigilar a Preguntále que correteaba por ahí con sus amigos.
Juan miro al cielo, y comentó.
-Mira tía, viene un avión. Que bajo va.
Su tía, fijo sus ojos en lo que parecía los focos de un avión por su brillo, pero al ver que era uno solo, le comento.
– No Juan, no es una luz, es Venus. La primera estrella que se ve cuando anochece.
-Pero Venus es un planeta tía.
-Si pero también los planetas irradian la luz del sol, y brillan para nosotros como todas las estrella.
-Es bonito.
-Más que bonito. En realidad esta cerca de la Tierra, por lo que su brillo orienta a los barcos cuando aparece.
-Que nombre curioso, Venus.
-Sabes que significa.
– Si, lo estudié en la escuela, es la Diosa de la Hermosura y el amor, en la mitología.
-Eso también, pero te voy a contar una historia.
En ese momento, Preguntále, se acercó y se sentó junto a ellos, como si viniera a escuchar una buena historia.
-Tu sabes lo que es un alquimista.
Juan asintió con la cabeza.
-En el siglo 8, eran lo mismo que los químicos modernos, eso si, perseguían la fórmula de convertir el plomo en oro. Ellos también llamaban al cobre Venus.
-Y eso porque, pregunto Juan.
– La leyenda dice, que un alquimista que vivía en la ciudad de Tours en Francia, apareció un día de la nada, su nombre era Redivivus, nunca mejor dicho, porque significa aparecido del latín. Se creía que había venido de una estrella, que coincidencia Venus. El llamaba al cobre con ese nombre, y se cree que porque todo en su mundo estaba hecho de ese metal como en su laboratorio. Sus frascos, muebles y utensilio eran de cobre. Todo tenía un tono rojizo metálico.
– te imaginas, dijo Juan, que en Venus, todo fuera de cobre, sus montañas, sus árboles…
En ese instante, Preguntále corrió tras otro perro moviendo su rabo de felicidad por su encuentro.
Y Juan dijo, siguiendo con la vista a Preguntále, también serán de cobre los perros en Venus, y se hecho a reír…..
Nahuel y el Condor
El cóndor estaba sobre una roca. Mirando con sus alas plegadas el gran valle iluminado.
Cuando Nahuel lo encontró. El ave se dio cuenta que era él, pero siguió en su posición.
Detrás del niño, llegó su abuelo, deteniéndose a su espalda. Apoyando su mano en el
hombro, la apretó y dijo:
– Debes tomar una decisión si le quieres de verdad.
– Sí abuelo, le quiero. Sabes que su espíritu está conmigo desde que nací y más con todo
lo sucedido, es como si fuéramos uno.
– Entonces debes actuar, Nahuel. Si le retienes, morirá. Ama demasiado su libertad como
para estar así. Él, dentro de lo que es, también te quiere, te respeta por haberle cuidado y
protegido cuando estaba indefenso, no hará nada que tu no quieras, tú decides, si le dejas
libre o le retienes matando su espíritu poco a poco.
Nahuel no pudo contener las lágrimas, sabía lo que tenía que hacer, pero le dolía
demasiado. No podía articular palabra.
Su abuelo volvió a apretar su hombro, como signo de fortaleza ante la decisión tan dura y
se marchó dejándolos solos.
El silencio que envolvía la tarde era especial.
Nahuel se sentó sobre una roca y comenzó a recordar como había encontrado al cóndor.
Una tarde de tormenta, cuando pasaba las vacaciones con su abuelo en el valle.
Él vivía en una gran ciudad, pero sus raíces eran indígenas del sur. Había crecido como
todos los niños de las grandes urbes, pero aprendió las costumbres del pueblo de su
padre y con ellas a respetar al cóndor. El ave era considerada por éstos como el guardián
de las montañas y su espíritu encerraba la armonía de las grandes cumbres.
Cuando el niño nació, un cóndor surcó en ese mismo instante la casa donde le alumbró su
madre. Por esto, todos decían que el espíritu del ave se había posado sobre Nahuel.
Esa tarde, cuando encontró al cóndor, éste estaba herido por unos cazadores furtivos.
No comprendía cómo había gente que se divertía matando a estas aves si estaban en
extinción. Necesitó la ayuda de su abuelo para llevarlo a donde lo pudiera cuidar. Y así lo
hizo durante más de un mes.
Cuando el ave estuvo bien, sucedió una cosa curiosa: no se fue. Se quedó junto a Nahuel
hasta ya casi terminado el verano.
El niño se había ocupado del ave en todo. Pero debía volver a la ciudad y el ave a sus
montañas.
El sol comenzaba a ponerse, sólo se escuchaba el latir de los dos corazones y un sollozo
que se iba apagando poco a poco. En eso, decidido, tomando fuerzas, dijo:
– Vete gran ave, te quiero demasiado como para tenerte en cautividad, para que tu
espíritu sufra y muera de apoco. ¡Vamos! ¡Vete ya! Y alzó la mano como signo de que
partiera.
El ave dirigió su mirada a Nahuel, volvió a ponerse frente al sol. Abrió sus alas dejándose
caer por el precipicio.
Por un instante, el niño se asustó. Porque pensó que se había matado. Sabía que el
cóndor, cuando se siente amenazado o enfermo, prefiere morir a seguir cautivo o siendo
una carga. Y corrió al borde de la montaña. En eso, el cóndor, subió con sus alas
desplegadas por las corrientes de aire, planeando en dirección al sol, pasando el borde
de una por la cabeza de Nahuel, como diciendo adiós.
El niño sonrío.
La noche se hizo cerrada y todavía estaba mirando por dónde había partido.
Al volver a su casa, encontró a su abuelo junto a la chimenea fumando su pipa, se sentó
a su lado sin mediar palabra.
– ¿Qué has hecho? Preguntó su abuelo.
– Lo que debía, dejarlo ir. Pero ¿sabes? Siempre estará conmigo porque parte de su
espíritu ahora está más en mi corazón, seremos uno siempre. Y yo estaré con él porque
parte de mis esperanzas y sueños se fueron con él.
El abuelo siguió fumando y acarició la cabeza del niño que, de repente, se había hecho
hombre, tomando una decisión así. Sería un buen hombre, estaba seguro
No siempre llueve
Ufa! Llueve de nuevo, y no me gusta la lluvia. Todo se pone frío, todo se pone gris. No se quien puede disfrutar paseando bajo ella compartiendo un paraguas con un amigo, riendo como locos al saltar un charco y mojarse. Sinceramente no se. Y así pensando mientras terminaba su tercera taza de café, veía como diluviaba afuera del pequeño café donde pasaba sus tardes estos últimos meses.
– A mi me gusta.
-Quien hablo? – dijo sorprendida al sentirse invadida en su espacio vital. Miraba para todos lados, en el café en ese momento no había nadie. Solo el camarero y estaba leyendo el periódico detrás de la barra. No dejo sitio sin ver, hasta debajo de la mesa. Esta chica esta cada día que pasa peor, y ahora que busca ahí? – pensó el camarero.
-Me debo estar volviendo loca, tengo que parar con el café me está alterando hasta hacer que escuche voces.
-No, si me escuchaste y bien nítidamente.
– Don Manuel, es usted que me está gastando una broma?
El pobre camarero sonrió, y volvió a pensar – esta pobre, desde el accidente está algo tocada, pero ya hace 2 años, es que nunca va a levantar cabeza – No, mi hijita, quieres otro café?
No contestó, había vuelto a poner sus ojos en la lluvia.
-No te gusta la lluvia? y porque?
-Pero bueno, esto que es, me estoy poniendo de los nervios.
-Esta bien, no te alteres. Si lo haces nunca me podrás ver. Estoy frente tuyo, pero sino dejas de gritar es improbable que me veas, solo la gente que está tranquila y en paz puede. Pero como con vos esto es imposible, voy a hacer una excepción, pero no en esta condición. Allá paz.
Los minutos pasaron. De repente, ya no estaba sola. Compartía mesa con un joven, normalito él, pero eso sí, vestía bien. Ella se quedo perpleja y este quien es? pensó.
-Hola, encantado de verte de nuevo. Hace mucho tiempo que nos nos encontrábamos.
– No quiero ser impertinente, pero quien mierda es usted?
-Con esas cosas no, con groserías no. Camarero por favor, una tila para la señorita y un café para mi.
-Yo no tomo té – le grito. Aquí que pasa, se aparece de la nada, me saludas como si nos conociéramos de toda la vida, y me pedís un té?, que yo lo odio. Qué es esto? una imposición o me he topado con el loco de turno, lo que me faltaba.
-Te conozco más de lo que crees. Nos conocemos desde que naciste. El té te lo vas a tomar porque te hará bien, para calmarte y no insultes que loco no soy. Hablemos.
– Mire señor, esta bien, no quiero ser grosera pero quiero estar sola, así que si no le importa tómese el café en otra mesa.
-Más sola? llevas dos años aislada del mundo. Tanto te cuesta volver a relacionarte.
El comentario calo hondo. No solamente invadió su espacio sino su intimidad. Que pasaba? Quién era?
-Muchas preguntas a la vez. Veamos por partes. Me conoces bien, lo que pasa es que me has ocultado mucho tiempo o mejor dicho negado. Quizás te sorprendas un poco más pero si no te acuerdas de mi, tendré que decirte yo quien soy.
-Venga, mire odio la lluvia y llueve, no me gusta los interrogantes así que, quien es Ud?
-Soy vos.
La risa estallo en sus pulmones, de donde habría salido este pirado, estaba peor que ella. Las secuelas de lo sucedido eran hondas en su vida, pero nunca creyó necesitar ayuda externa para sobreponerse, se había aislado de tal forma que su realidad la cambio radicalmente con esas mentiras piadosas que todos se cuentan.
-Exacto, cerraste las compuertas a la realidad y vos misma desapareciste en lo que creaste. Ya no eres lo que eras y como consecuencia inmediata nada es verdad.
Cuando dejo de reírse, se había relajado, el pobre estaba volando y ella no podía hacer nada. Mejor le seguí el juego.
-No es un juego.
-Pero bueno, también lees lo que pienso?
-No, pero si soy vos, no crees que lo que pensas también lo hago yo al unísono. Somos uno, aunque ahora estemos separados, a veces nada es lo que se ve. Es otro medio de comunicación con vos misma. Se diría que soy tu. «Yo interno» o si lo queres decir de otra manera soy tu conciencia corporeizada.
– Mi conciencia es un hombre? Venga ya, no me tomes más el pelo.
– La conciencia es lo que uno quiere. En tu caso, me ves como un hombre pues es el reflejo de recuperar, tu anhelo por lo que perdiste en ese accidente. Se que fue duro despertarte una mañana y aceptar que él ya no estaba. Pero a veces la vida es así. La soledad, el aislamiento impuesto no es bueno, te bloquea, no queres ver tu realidad, no te queres ver a vos misma sola como estas, pero eso no solo abandonaste tu vida externa, también me abandonaste a mi, o sea a tu misma. No sabe todo lo que he tenido que currar para no terminar desapareciendo en la nada que creaste. Este es mi último recurso por sacarte adelante. Enfrentarte a mi, enfrentarte a ti misma y ve donde estas. Si yo logro ayudarte, te estas ayudando a vos.
-Ayuda, si la hubiera necesitado la hubiera buscado. Estoy fenómeno.
-Te parece normal que no te guste la lluvia y el compartir un paraguas con un amigo, que ambos se rían por la situación al saltar un charco y mojarse. SI no recuerdo mal hace años eras capaz de levantarte un domingo de lluvia a las 7 de la mañana para encontrarte a desayunar en tu café preferido con él. Y mirar la lluvia detrás de las ventanas. Y eso en que quedo? Él ya no esta, pero tu si. El luto ya termino. Necesitas empezar a aprender de nuevo, a compartir tu existencia con la vida, debes poner todo tu corazón, toda tu fuerza, tu alma en ello.
El silencio reino, que verdad. Ya no le importaba quien fuera ni porque se sentó con ella. Simplemente se daba cuenta que sus palabras la reconfortaban un poco y decidió escuchar.
-Decime la verdad, quién sos?
-Importa tanto? si no me crees que soy tu yo interno. tu conciencia, pensa que soy alguien que ha aparecido en tu vida, que te conoce y que te quiere ayudar. Dale, salí allí, abrite, comenzá a quererte de nuevo, en la medida que aprendas a ser feliz de nuevo vas a reencontrarte con tu capacidad de saber compartir con todos las cosas más simples como es la amistad y el amor. Yo se que no es consuelo decir, que no sos la única que tiene problemas, que todos lo tienen, pero debes darte cuenta que aunque te sientas sola, no lo estas, mucha gente que te rodea y tu no ves, te estima y te quieren dar una mano. Pediles ayuda, que la encontraras, no todos son indiferentes.
-Bueno no es fácil, he estado mucho tiempo encerrada en mi dolor, que no se como decir lo que siento.
-Trata, bueno me voy.
-Ahora que la conversación avanza, te vas?
-Debo irme, pero hay algo importante que debes entender antes. Si no queres que parta, es porque por primera vez en mucho tiempo te escuchas más allá de tu dolor. Y si comenzaste, por poco que sea es un empezar a algo positivo. Ves, no es tan difícil hablar de nuestras cosas. Compartí con los demás, se feliz.
Salí afuera y tratá de compartir tu paraguas con alguien que no lo tenga y disfrutá, anda antes que la lluvia se acabe, mira que no siempre llueve…..
Amelia, el personaje
Su nombre era Amelia Garcia Soler. La menor de cuatro hermanos y única mujer de la familia, en su generación. Que significaba esto en su vida, que todas sus tías habían deseado tener niñas, pero no, todos varones. Por lo que nuestra Amelia era la consentida de la casa en todos los aspectos. Ella ya tenía cerca de una veintena de años. Nunca se había sentido especial en nada con respecto a sus hermanos o primos. Pero ellos no lo veían así y quizás tenían razón.
Su vida, hasta el momento, transcurría tranquila. Con sobresaltos rítmicos de vez en cuando, pero nada grave. Ahora vivía sola. Desde hace pocos años. Le había costado mucho independizarse. Era la pequeña de la casa y aunque disfrutaba de mucha libertad no era para que viviera sola sin estar casada. Eso venia de donde vivía y su educación. Su ciudad no era muy grande. Por su lugar geográfico, solo se podía llegar a ella en barco, hasta bien entrados los setentas estuvo aislada del resto del continente. Hasta que a un alcalde avispado se le ocurrió hacer un túnel subfluvial que los conectara con sus vecinos y con el progreso.
Pero volvamos a nuestra Amelia. Era una chica de aspecto corriente. De mediana estatura, tez blanca, ojos castaños claros y color de pelo cambiante con su estado de ánimo. Siempre había sido una buena estudiante. Y como las mujeres de su generación no todas estudiaban carreras universitarias, ella pudo convencer fácilmente a sus padres para estudiar Bellas Artes. Pues sería cómodo de compatibilizar si se casaba joven, con las tareas del hogar. Pobres ilusos.
Actualmente se dedicaba a la pintura, aunque no le daba para comer. Para los menesteres prosaicos hacia un poco de todo, cuidar niños, ser secretaria, trabajar en un estudio de arquitectos como dibujantes, como en el presente.
Ella buscaba temas para sus cuadros en sus recuerdos. En este momento pasaba por una etapa muy sentimental. De sus abuelos tenía los mejores recuerdos y a ellos hacia referencia mental continuamente como fuente de inspiración, los cuales guardaba en una vieja libreta que la acompañaba constantemente en su mochila y que sacaba cuando algo se le venia a la cabeza aunque andara montada en el autobús.
Un día estando en la playa tomando el sol, en un caluroso día de Julio, escribió:
«Mis abuelos tenían una casa grande cerca de la barranca al río. A ese río grande y bravo que transcurría con su color marrón por todo el horizonte. A veces me sentaba en un banco del parque para poder mirar el atardecer. Y observaba como el sol cambiaba de color de a poco hasta llegar a llenar de un rojo cálido e intenso todo el cielo para esconderse luego por el horizonte. El contorno de las islas sobre el río y sus árboles perdían lentamente su nitidez. Sus hojas se unían unas con unas, como si se disolvieran en su copa y esta con el tronco, y este con su vecino y así hasta que todo era un perfil de algo que se sabía que era vegetación aunque se convertía en una mancha más de ese atardecer.»
«Se empezaba a escuchar a los grillos anunciando la llegada de la noche. Noches de verano cálidas, húmedas, pero con una brisa que nos traía el olor a azar o a césped recién regado.
Amelia escribía y bocetaba sus recuerdos en su viejo cuaderno, y si bien había visto muchos atardeceres, ninguno eran como aquellos. Ella de pequeña iba a pasar todos los veranos con ellos a su casa.
«Su casa era típica construcción de los años treinta, estilo de la región. Con un puerta cancel de hierro negro, hasta que no fui al colegio no puede abrir por su peso. Había un zaguán con cuatro peldaños, con pisos de mármoles con dibujos geométricos. Al entrar un hall redondo que daban 3 habitaciones. Una el santuario de mi abuelo su escritorio. Casi prohibido para mí.»
«En el hall destacaba un espejo de piso a techo con un fresco en la parte superior estilo clásico. Los sillones de recibir con apoya brazos de madera y tela roja con flores. Y el piso seguía con dibujos. Luego se pasaba por un puerta con vidrios de colores al primer patio, donde mi abuela cuidaba sus helechos.»
«El patio tenia un alero de chapa con una columna metálica que lo sostenía y un banco debajo de él. Cuando llovía era fascinante sentarse en él a tomar el fresco de la brisa que levantaba la lluvia.»
«Luego de cruzarlo se llegaba al estar-comedor con las cocina a un costado que sufrió de verano en verano sucesivos cambios que alteraban su fisonomía. Todo el ambiente tenia mucha claridad pues un gran ventanal dejaba ver el segundo patio y el final del terreno.»
«Al costado de ese ventanal se acomodaba la silla hamaca de mi abuelo que se sentaba en ella a leer el diario.
Ya hace bastantes años que se vendió esa casa pero aún la recordaba como si hubiera estado ayer. Esta etapa de su vida la marcaba de forma importante.
A veces, sentía un dolor intenso en el pecho al revivir estos recuerdos, pues los perdió siendo ella muy joven, en especial a su abuelo, y hasta que no paso la llamada edad del pavo no comprendió lo que significo en su vida. Y si alguna vez tenía un hijo el pondría su nombre, Juan José.
«Cuando llegaba la tarde nos sentábamos con él y mi abuela en el patio. Luego de un día de pileta, sol y diversiones. Luego de cenar y cuando lo único que nos quedaba era dormir. En vez de prender la tele nos sentábamos con ellos a que nos contaran historias. La que mejor lo hacía era mi abuela. Casi siempre se relacionaban con la familia y su pasado. De como vivían en el campo en el siglo pasado y sus costumbres. De como aprendieron a defenderse de los indios que llegaban en malones haciendo tropelías y para que no atacaran la casa que era cerrada con postigones y apagadas las luces para que pareciera que no había nadie. Se dejaban unos barriles de ron y unas vacas afuera para que se entretuvieran con eso y no hicieran daño.
Otras veces hablábamos de las estrellas y la luna. Buscábamos luceros que caían y pedíamos un deseo.» Siempre se preguntó de donde le venia el gusto por la luna y con el tiempo se dio cuenta que por los cuentos de su abuela. Aún recordaba un verso que les enseño -Luna Lunera cascabelera, siete pollitos y una ternera- No tiene ningún significado, pero le divertía siempre rememorarlo.
Los cuento año a año fueron los mismos, pero en la repetición esta el recuerdo. Ella crecía y pedía más historias. Le contaban sobre ese campo grande y llano, que se perdía con la mirada detrás del horizonte. De la casa grande, de como se criaban vacas. Del tren que juntaba a todos y los llevaba a la capital de vacaciones. De como el Bisabuelo dono parte de su tierra para que se construyera un pueblo que lleva su apellido. Historias que sintetizan sus raíces y que atesoraba en su corazón. Y ahora que estaba lejos de aquello, Amelia sentía que tenía una pasado sólido y con historia, y en ella se encontraba la fuerza que emanaba para formar un futuro igual o mejor.
El tiempo había cambiado el entorno. Y si alguna vez hubo algún antepasado que cruzo el mar a esa tierra para darle otro sentido a su vida, ella hizo lo mismo en dirección contraria.
Por sus estudios tuvo que cambiar de ciudad, y cruzando al continente se fue a vivir sola al mismo pequeño apartamento que desde entonces tenía. Estaba acostumbrada a las mudanzas, por el trabajo de su padre realizaron varias. Ha vivido con su familia en muchos lados y sabía que era su destino vivir sola en otros tantos, aunque por ahora solo la separaba unos cientos de kilómetros de su familia.
Le encantaba ver lugares nuevos. Descubrir sus aromas, sus colores, su gente sus costumbres. La volvía loca desplazarse, caminar, encontrar sitios. Quizás lo aprendió de los viajes con sus padres. Una sana costumbre para aprender – pensaba.
Con ellos y sus hermanos tomaban el coche todos los fines de semana, vivieran donde vivieran, se dedicaban a pasear. En estos momentos si bien no podía hacerlo en cuatro ruedas, pues no tenía coche, lo realizaba en cualquier medio de locomoción que correspondiera con la distancia a recorrer y el tiempo disponible, Eso si, siempre con su viejo cuaderno, sus lápices y sus ojos bien abiertos y atentos para que no se le escapara ni el más mínimo detalle.
Zelie
Que way! Ya termina el curso, pronto me llevaran a mi nueva casa. Espero que me lo pase tan bien como con Francisco y Fernando. Todo fue de diez, super bien. Aunque lo último ha sido lo más duro, pero lo necesitaba. Los chicos me malcriaron mucho el año que he estado con ellos. Necesitaba poner orden en mi vida. Las salidas a jugar al parque, las idas de juerga nocturna, aunque reconozco que a veces me quedaba afuera, me agotaban pero como me divertía. Al ser pequeña, estar siempre acompañada recibiendo mimos y sentir que se preocupan por uno, es fantástico. Tantos como yo, deambulan por la calle mendigando un poco de algo que llevarse a la boca. La situación general esta dura. Lo único que no me gustaba era las tiradas a la bañera para sacarme la mugre, y en especial al limpiarme las orejas, que rollo. Se que era el precio que tenía que pagar por poder dormir con ellos en su cuarto, sino hubiera estado condenada a la terraza.
Con María ha sido otra cosa. Me lo he pasado bien, pero me regañaba mucho al no hacer las cosas como ella quería. Se que tenia razón, pero a veces me costaba entenderla y con eso que me ponía en la espalda que picaba, no se podía. Comprendo, quiso que aprendiera a ser responsable, pero a mi me va la juerga.
Lo sigo intentando quizás con el tiempo lo consiga. Eso si, al hacer las cosas correctamente, me premiaba con mi comida preferida, los dulces. Dicen que son malos para mi vista pero sabia que me pierdo por ellos. Al final, termine haciéndole caso, pues es mejor la recompensa que el castigo, aunque a veces todavía me despiste un poquito. Siempre se consigue, con nosotros, todo por el estomago, aunque una caricia detrás de la oreja y escuchar “muy bien” ayuda un montón a mantener la atención en alto para aprender más.
Estoy ansiosa, me falta solo días para ir a mi casa definitiva. Bueno eso espero. Un poquito de miedo tengo, y si no me quieren, que hago. Mi madre me inculco a mis hermanos y a mi, que estábamos destinados a cuidar de alguien que nos necesitara, siendo responsables antes estas personas, y guardando una conducta acorde con nuestra misión de perros guías.
-María, crees que esta perra tiene concluido su entrenamiento – dijo el jefe.
-Sí, me gustaría comenzar con la parte de adaptación a su nuevo amo lo antes posibles, a quien va asignada?
-A un niña, no es ciega totalmente, o eso creemos pues no habla, tiene cierto grado de autismo, y al ser pequeña es difícil decirlo con certeza. Su nombre es Zelie.
Una niña, que bien. Quizás lleve una vida más tranquila que con los golfos de los doble F. Recuerdo que cuando su primita venía de visita también me lo pasaba way. Veremos cuando venga.
El día señalado llegó para todos. Zelie apareció acompañada por sus padres. La primera impresión parecía buena. La entrenadora de la labradora de pelo claro, que todavía no tenía nombre, pues eso se lo dejaban a libre elección de su amo si se la quedaba, se alegro al ver a su discípula feliz moviendo el rabo. Le había gustado la niña o eso parecía. Todo dependía de como se entendiera. A veces meses de duro entrenamiento con estos se desvanecía en un instante porque perro y amo no se adaptaban. Todo hacia creer que esto no sucedería esta vez.
Zelie se detuvo. la perra se le acerco y se echo junto a ella. La niña se movió instintivamente al sentir el contacto de sus piernas con el pelo del animal. cosa curiosa para los que observaban, unos instantes se quedo quieta, y luego se sentó junto al animal. Sus dedos comenzaron a moverse sobre este sin tocarlo, descifrando su figura a través de su energía, después se posaron sobre su cabeza y con un suave movimiento iban de una oreja a otra. La niña sonrió. Daban la impresión de conocerse de toda la vida.
Me gusta. Como acaricia en las orejas..MMM. SI este es el premio por cuidarla, la misión estará cumplida. Pondré todo mi empeño en ello, por una simple caricia como esta.
El primer contacto entre ambas fue gratificante para todos. Ahora tendría que volver todos los días durante quince, para que las dos aprendieran a ser una. Una dependía de la otra y viceversa, eso se debía practicar. El problema estaba que Zelie no hablaba. Nunca lo había hecho. No sabían si lo podría hacer.
Los médicos no encontraban razón clínica para ello. Esto en un principio era un impedimento, se necesitaba del sonido de la orden para que el perro respondiera. Nadie sabia que podría suceder. La duda no iba a durar mucho. La necesidad de alguien que ayudara a Zelie era imperiosa, si lo de la perra no funcionaba, se debería saber pronto para encontrar otra solución.
Los primeros ejercicios de contacto eran en la pista de entrenamiento. Consistían solo en que el invidente se acostumbrara a aceptar las indicaciones del perro al caminar, que confiara en él cuando le indicara algo. A la perra la inscribieron con el nombre de Laika. La preparación con su arnés fue temprano, antes de su primera comida matinal, pues había pasado varios días sin entrenamiento y algunos ejercicios los debía hacer antes sola.
Laika estaba nerviosa. Esperaba sentada sobre sus patas traseras con el torso erguido, moviendo la cabeza atenta a todo detalle a su alrededor, esperando ansiosa.
– Hola Laika!
La frase tomo por sorpresa, a la perra, no sabía de donde venía. Se dio la vuelta y se encontró con unos enormes ojos azules que parecían verla, y una sonrisa cálida que mato su angustia al instante. Era Zelie,.
– Hola. pero no era que no hablabas. Ayer escuche a tus padres con María y decían que no te comunicabas. Y como es que hablas conmigo, yo soy un perro.
– Bueno para hablar hay que tener algo que decir. Hasta que te conocí el otro día no tenia nada. Cuando acaricie tu pelo, suave, recién lavado, sentí tu calor, me dieron ganas de decirte que eras a quien yo buscaba. Pero pensé, es un perro. Siempre he escuchado decir que con los animales no se habla, no pueden. Yo hablo con mis plantas, tienen nombres y también me contestan a su manera. Ayer, cuando las regaba se me ocurrió que pasaría si lo intentaba contigo. Y aquí estoy.
– Que way, en serio?. Como mola. Así tenemos nuestro secreto y nadie se entera. Pero y mis colegas, también te escuchan?
-No solo tu y yo. Creo que tengo una habilidad que los demás no desarrollan, comunicarme con las cosas que quiero, como no puedo hacerlo con mi vista lo hago con mi mente y mi corazón.
María, veía la escena desde unos metros de distancia. Sabia que algo pasaba pero no entendía muy bien que. aunque esto no le importó. La perra junto a la niña, moviendo su rabo de alegría. Zelie acariciándola y sonriendo a todo momento, agachada con las rodillas en el suelo, para que su cabeza estuviera a la altura de la de Laika. Caricia va, caricia viene. las dos formando una sola. La energía que irradiaban la llenaba de felicidad. Se daba cuenta que su trabajo se había cumplido. Otro ciego ya tenía su perro guía. No necesitaba más, la práctica le decía que todo funcionaria sobre ruedas..
Premonición
De repente sintió un escalofrió que le recorrió la espalda. Se sorprendió bastante.
Estaba en una playa inmensa, pasando sus vacaciones en la isla de sus sueños, relajado, sin pensar en nada especial. ¿A qué venia eso ahora?
Se levanto de un salto de la tumbona. Estaba seguro que algo había pasado, lo sentía, pero que.
No tenía su móvil a mano, era de locos querer desconectar del mundo e irse de vacaciones con el teléfono. Igualmente estaba tan lejos de casa que no hubiera tenido cobertura.
Decidió volver al hotel.
-Es lo mejor, debo llamar a casa, algo paso- pensó mientras recogía sus tesoros en vacaciones, un buen libro, el discman con su música preferida y la toalla.
No necesitaba nada más. Tenía pocos días libres al año, cuando lograba irse lejos no llevaba muchas cosas en la maleta. Varios libros que devoraba sin cesar, muchos cd con mp3 y la ropa justa para que el peso de la maleta no le tuerza la espalda.
Con los años, cada vez que viajaba llevaba menos cosas sobre todo ropa. Se había dado cuenta que al volver había usado solo la mitad o menos.
Se sintió bastante incomodo toda la caminata de regreso. No dejaba de darle vueltas a la cabeza sin llegar a ninguna conclusión coherente de porque había tenido ese presentimiento.
Antes de ir a su habitación consulto en la recepción como llamar al extranjero. El conserje le pregunto donde, recordándole la diferencia horaria.
Tenia razón, allá todo el mundo estaría durmiendo. Debería esperar para llamar a una hora decente. Si lo hacia en ese momento, solo encontraría incoherencias de respuestas.
Sabia lo que era que le despertaran a uno en la madrugada, costaba bastante volver a la realidad y tener una conversación fluida estando totalmente dormido. Esperaría unas horas.
De repente se le ocurrió leer su correo electrónico, si había pasado algo seguro que alguien le escribió.
Ya había pasado más veces. Vivía tan lejos de su casa familiar que todas las malas como las buenas noticias de los últimos años, se las había enterado por el correo electrónico. No le gustaba mucho esto, pero ya se resignaba a ello. Creía fervientemente que para mucho en su familia, bastantes parcos por lo general, les resultaba más fácil escribir tres líneas en un correo que hablar por teléfono.
Consulto sobre esta posibilidad, comprobando que el único del hotel que tenia acceso a Internet era el director, aunque en ese momento estaba en una reunión en el pueblo.
Explico su problema, aunque no dijo que era un presentimiento, para que le prestaran el ordenador de la dirección.
-Porque no va a almorzar, en cuanto vuelva el director le aviso, seguro le deja ver el correo en su ordenador- le dijo el conserje.
– Bien, estaré en la terraza.-
Ahora no hacia nada más. No tenía mucho hambre, pero acepto la sugerencia dirigiéndose fuera
.
No se sentía bien, estaba incomodo pero intento relajarse tomando un zumo y viendo su paisaje soñado.
Al rato, apareció el conserje para llevarlo a la oficina del director, había vuelto.
Amablemente le hicieron pasar al despacho privado, le dejaron sentarse frente al ordenador ofreciéndole su ayuda, por si no sabía usarlo muy bien.
Con una sonrisa la descarto, comenzando a teclear su dirección para acceder a su webmail.
El director cortésmente hizo una señal al conserje para que se retirara, caminando al otro extremo de la oficina para dejarle solo con su cor
El corazón le latía aceleradamente, el correo se tomaba su tiempo para abrirse.
Cuando hubo bajado todo, comenzó a leer los encabezados a ver que había. Publicidad, una reunión anulada, chistes de los amigos, etc. etc. Lo mismo de siempre, basura.
De repente lo vio, un mail de su sobrina desde USA.
Se quedo paralizado, ella sabia que se iba de vacaciones, si le escribía era porque había pasado algo. No lo terminaba de abrir.
Se apoyo contra el respaldo de la silla resoplando. El director volvió la cabeza preguntando si estaba todo bien.
Su respuesta fue seca, – si, si, gracias- y volvió a acercarse al teclado para leer ese correo.
Tomo coraje y le abrió. Su cara se iba descomponiendo mientras leía.
-¿Malas noticias?- Pregunto el director que le observaba de lejos preocupado.
Suspiro, apagando el ordenador, le contesto que si, pero no le dijo mas nada, no podía hablar.
El director se acerco, le hizo un gesto cariñoso ofreciéndole su ayuda si la necesitaba. Le pareció sincero, pero la rechazo con una sonrisa forzada, le dio las gracias por todo y salio para su habitación.
Tres líneas habían confirmado sus temores, su tía preferida Elvira, su segunda madre como la llamaba, con un cáncer terminal de pulmón, había tenido una crisis y luego de dos días en el hospital con respiración asistida, fallecía.
Lo único que la distancia le permitía en ese momento era llorar y lo haría a solas en su habitación. Las vacaciones soñadas habían terminado.
Muerte al amanecer
…todo esto no se lo deseo a nadie… y papá?
-Hola, me llamo Françoise Millar, soy de la Embajada Francesa, vengo a buscarte a ti y a tu hermano para reunirlos con vuestra madre. Vamos.
Hacia frió afuera, pero había un sol radiante. Después de tantos tiempo perdidos en la nada, era reconfortante sentir el sol. Nos ayudaron a subir en un coche y nos dirigimos a toda máquina por Figueroa Alcorta hasta el caserón de la embajada. Era tan temprano por la mañana, que ni un solo vehiculo se veía.
Nos recibió la secretaria del cónsul, creo. No escatimaron en atenciones desde que nos recogieron en la casa de esa gente. ¿Quiénes serían?
Joaquín estaba a punto de no poder más, pero seguía resistiendo no se muy bien como. Lo acompañe a la habitación que le designaron. No se quería quedar solo. Le prepare el baño, aunque me dijo que ni pensaba meterse en el agua en toda su vida.
Pobre, tiene solo doce años. Lo que ha pasado es demasiado para cualquiera, en especial para una criatura. Cuando salí del baño para convencerlo, ya se había dormido vestido sobe la cama. Estaba agotado, ¿desde cuando no dormía? Le saque los zapatos y tape con el edredón. Me puse a observar la habitación.
Era cálida, entraba el sol por la ventana, nos habían encendido la chimenea. Me acerque a la ventana, se veía Cerrito con las obras de las benditas Autopistas de Cacciatore.
Joaquín dormía inquieto en su respiración, pero se lo veía tranquilo.
Yo me sentí agobiada encerrada en la habitación. Decidí pegarme yo ese baño.
El agua estaba muy caliente. Golpeaba el centro de mi cráneo la ducha suavemente deslizándose por mi cuerpo con dulzura. Había pasado tanto frió, que aquello era reconfortante. Me vestí con ropa nueva que me dejaron sobre el sofá de la habitación y baje para ver si me hacia con un café con leche caliente. Mi estómago no se daba cuenta que no lo había atendido como se lo merecía y me lo estaba reclamando.
Me tope con Elena, la secretaria del cónsul, que me ayudo con todo. Me hizo traer el tan ansiado café con leche caliente que me sentó de maravilla.
Nos metimos en una pequeña pero acogedora habitación, toda llena de flores y fotos. Era el estar íntimo del embajador, que usaba para relajarse de las largas sesiones de trabajo que su cargo le demandaba. Nos sentamos a charlar.
-¿Cómo estas? Necesitas algo más.
-No gracias, así esta todo bien. Tratando de volver a la realidad. ¿Sabe algo de mi padre?
-Esta en New York, cuando vosotros desaparecisteis, él aparentemente estaba en el teatro. Por lo que sabemos, cuando se enteró de lo sucedido por tus vecinos, automáticamente pidió asilo en la embajada de Canadá. En 48 horas estaba en Toronto y luego viajo a la gran manzana.
-¿Sabe que nos paso, como estamos, se interesó por nosotros?¿Ha tratado de buscarnos?
-No, la que estaba desesperada era vuestra madre. Ella ahora se encuentra en Parías, no ha dejado de tocar ninguna puerta, hasta intervino el Vaticano. Os espera allí.
-¿Nos vamos?
-Si, mañana saldréis en un vuelo especial de Air France.
-No me quiero ir, y mis cosas?
– Alicia, calma. La casa fue incendiada. Se dice que fue un cortocircuito pero no hay pruebas ciertas. No queda nada. Lo siento.
Mis cosas, ella siguió hablando, explicándome no se que cosas sobre lo que los militares decían, pero yo ya no la escuchaba. Me sentí atraída por el fuego en la chimenea. Las llamas se balanceaban unas contra otras, como si se mecieran juntas.
Se había quemado todo, mis libros, mis discos. Mi vida. ¿No me quedaba nada? No podía ser.! ¿Porque?
– Alicia, hay viene el embajador, quiere conocerte y hablar contigo.
La curiosidad me volvió a la realidad, y solo atine a sonreír.
-Mademoiselle, encantado, soy Ms. Alerou.
-Hola, y gracias por ayudarnos.
Me causo buena impresión. Era un hombre maduro, canoso de algo más de sesenta años, Me hizo acordar a mi abuelo. Lo sentí tan cariñosos al saludarme, como si lo conociera de toda la vida.
-No faltaba más, estamos tratando de localizar a su madre, para que hable con ella, pero por la diferencia horaria existe algún impedimento, ya se solucionará. En París ya están avisados de que estáis bien. En cualquier momento podrás hablar con ella. ¿Y tu hermano?
-Durmiendo en su cuarto.
-Mademoiselle Elena, porque no sube a haber si el niño esta bien o necesita algo, yo quiero hablar un rato a solas con Alicia.
-Bien, cualquier cosa me llaman.
Nos quedamos solos.
-Alicia, tienes que contarme lo que puedas recordar, habéis estado perdidos cinco días, nadie sabia nada de ninguno. La familia Blois que os encontró, vieron alejarse una camioneta militar del lugar luego de escuchar unos gritos. Necesitamos saber que paso.
-Solo cinco días, tan poco tiempo. Me pareció una eternidad. Cuando estuvimos allí, perdí la sensación del tiempo y del espacio. No se donde estuve. Siempre con la cabeza encapuchada. Lo único que se es que había más gente, pues se escuchaban gritos y lamentos, llantos.
Me estaba poniendo nerviosa y comencé a temblar.
-Prefieres hablar ahora o en otro momento, no te quiero presionar.
-No está bien, ahora está bien.
Cuanto antes deje salir los demonios que tenia dentro mejor, pensé.
Era preferible revivir los recuerdos cuando están frescos, así trato de recomponer mi mente pronto, para ver si consigo encontrar respuestas porque no se muy bien que paso.
-Bueno, si estuvimos desaparecidos cinco días, que día es hoy.
-Viernes.
-Casi una semana. El sábado yo fui a la facultad como siempre. Es el castigo de los de 1er. Curso, que tienen matemáticas los sábados por la mañana. Pero trate de volver temprano, le prometí a Joaquín llevarlo al cine después de comer. Papa estaba ensayando una nueva obra, así que casi no aparecía por casa.
-Sabes de que iba sobre lo que estaba escribiendo y donde ensayaba tu padre? Creemos que todo lo que os paso a vosotros se debió a eso.
-Donde no, pero la obra trataba de amores entre una guerrillera del ERP y un general en activo. Eso si lo se, porque la leí. El tema no era muy feliz para lo que sucedía alrededor, por lo que ensayaba en casa de amigos, cambiando constantemente de dirección. Así que no se donde estuvo ese fin de semana. La verdad, es que estaba dispuesto a estrenarla aunque causar revuelo aquí o donde fuera. Su obra está muy reconocida en el exterior como usted sabrá. ¿Y él como está?
-Bien, antes de partir dejo una persona encargada de buscarlos de la embajada de Canadá. Ella se puso en contacto con nosotros y tengo que reconocer que ha sido de mucha ayuda para encontrarlos a ustedes.
-Dejemos a mi padre. Cuando volvimos del cine ya era de noche. Nos encontramos con una nota de nuestro vecino, de que nos pasáramos por su casa. Fui sola, Joaquín se quedo, pues quería ver un programa en la tele.
El vecino me comento, que a la tarde estuvieron buscando a mi padre unos que eran o decían eran de la Federal. Como no encontraron a nadie, estuvieron haciendo preguntas por el barrio sobre él, nosotros, sobre quien nos visitaba, que hacíamos, etc. Dejaron el mensaje que volverían mas tarde. Me pidió que tuviéramos cuidado y que avisáramos a mi padre.
-¿lo hiciste?
-¿Qué, lo del cuidado o avisar a mi padre?
-Lo segundo.
-No, no sabia donde estaba, y en cuanto a cuidarnos creo que no.
Estuvimos hablando con Joaquín sobre todo y decidimos quedarnos en casa por si volvían. Ya les diríamos que no sabíamos nada de papa, no queríamos ocultarnos.
El domingo no se muy bien a que hora, Joaquín hacia los deberes para el cole y yo estaba planchando. Debía de ser de noche. Tocaron el timbre, pero no me dieron tiempo a abrir. Cuando dije ya va, de golpe sentí el estruendo de la puerta rota de una patada, un grupo de tipos todos vestidos de verde, con pasamontañas en la cabeza, con armas automáticas y gritando, entraron de repente. Yo me quede paralizada, con el cañón de un arma sobre mi frente.
Un tipo gritaba preguntando donde estaba mi padre, otro entraba en el cuarto de Joaquín y le sacaba de los pelos. No se todo ocurrió de prisa, no se.
-Calma, tomate tu tiempo. ¿Querés seguir?
-Si, prefiero hablar de esto mientras el pequeño duerme, ya paso demasiado.
Ya no tengo recuerdos coherentes. Todo es confuso de aquí en adelante. Escuche que alguien decía a mi espalda “nos llevamos a estos, seguro que saben algo” Me taparon los ojos y ataron mis manos. Nos arrastraron por la escalera a empujones. Me subieron a un camión o camioneta, lo se por la forma de subir, pero perdí el conocimiento pues me di contra algo en la cabeza, así que no se cuanto tiempo estuvimos ahí. Cuando desperté, no se donde estaba y nunca lo supe. Lo único que puedo decir que tenia pinta de sótano por la humedad que había ahí. Se sentía en el aire. Estaba sola. Me desesperé pensando en Joaquín, pero tenía tal dolor de cabeza del golpe que me había dado, que me volví a dormir.
Me sobresaltaron los gritos de gente que no conocía y solo hacia preguntas, otros se los escuchaba llorar, otros pedía compasión, otros que no les pegaran mas. Era horrible. Era como estar en el infierno de Dante, sin estarlo. Posiblemente aquello era peor.
Lo que más recuerdo era mi dolor de cabeza, todo me daba vueltas y la espalda sobre el piso húmedo ni la podía mover. No me podía levantar de ninguna manera, lo intente, pero no tenia fuerzas así que desistí, y me quede tirada en el piso. Recuerdo que me sentía con vértigo, como cuando uno se sube a una montaña rusa, que yo las odio. Era espantoso.
Con el tiempo, todo se volvió silencio. Ni se cuanto tiempo paso. Intenté activar mis brazos dormidos por las ataduras, y mover algo mi cuerpo. Pero fue imposible. Lo único que daba vueltas era mi cerebro tratando de comprender donde estaba, quien eran esos hombres y que querían. ¿Dónde estaba Joaquín?
La charla con el embajador siguió mucho rato, pues cuando quise darme cuenta tuvo que volver a poner troncos en la chimenea pues se había casi apagado.
-Sr. Alerou, nos es imposible comunicarnos con París, pero lo seguimos intentando. Tiene una llamada del Sr. Blois. ¿La atiende en su despacho?- dijo Mademoiselle Elena de repente.
-Si, ahora voy. Alicia porque no tomas otro café, yo no tardo nada.
-Gracias, no, estoy bien. Lo espero.
Me quede sola en la salita, viendo quemar los troncos y pensando.
El señor ese que le llama creo que era el que nos encontró. Durante todo el tiempo del infierno, recuerdo que nunca supe donde estaba el pobre de Joaquín. Pobre mi niño. Con solo doce años. Creo que le va a costar mucho olvidarse de esta. Estos hijos de p…con lo que nos tenían preparado para nuestra despedida.
¿Quien les meterá las ideas en el cuerpo? Las sacarán de algún best seller de moda o las verán en la tele.
Me habían contado historias de lo que estaba pasando en la facultad pero nunca me las creí del todo. Hasta que no vives una cosa así. Hasta que no tienes la sensación que te van a matar y no sabes muy bien porque.
Las patadas para que te muevas, de vuelta a subirse a un camión, el silencio y frió del campo, escucharlos decir que nos llevaban a un pelotón de fusilamiento.
Y ni enterarte porque.
Sentir que nos ponían contra una pared, que cargaban sus armas, que uno gritaba, “preparados, listos….” Y mi corazón casi paralizado. ¿Qué habrá pensado Joaquín?
Recuerdo eso si, que lo único que escuche en un instante cuando pensaba que iba a sentir la muerte en mi cuerpo, el sollozo de Joaquín junto a mi. Y no le podía abrazar y menos hacer nada, de nada.
Todo eso es una locura, por Dios.
Y cuando todo lo dábamos por perdido, al grito de fuego el silencio.
Los segundos y más silencio.
Se que apreté los dientes contra mis labios como para soportar el inmenso dolor que se me avecinaba, el que me marcaría mi camino a la nada, pues tragué sangre.
Y eso fue lo que sentía, nada.
Y más silencio hasta que un coro de risas infames vino a mis oídos, una orden de irse y un aliento que sentí frente a mi, que se acercaba a mi oído para susurrarme “cuando veas a tu padre cuéntale lo que le espera si cae en nuestras manos”
-Alicia, tu madre al teléfono. Ven por aquí.
-Hola mama.. si ahora estamos bien. Esta gente nos ha ayudado mucho… Joaquín duerme, pero esta bien o eso creo… Mañana viajamos para allá. .. Ya tendremos mucho tiempo para hablar… Ahora estamos bien, en serio mama… pero todo esto no se lo deseo a nadie… y papa?
Un cuento de corazones con patitas
Estaba cansado, me fui temprano a la cama. Hacía tiempo que sufría algo de insomnio, y hoy era el primer día que tenia ganas de dormir. Mi cuerpo me estaba pasando factura de mi estrés. Cerré los ojos viendo la mancha de humedad del techo. Mira que la he querido arreglar. A ver si la semana que viene llamo al constructor. Se me caerá el techo y ni me daré cuenta. Lo único que quería era dormir, así que deje la mancha para otro día, y mi mente se metió en esa ultima imagen. Dormir, solo quiero dormir.
De repente el silencio. Las horas pasaron, el sol comenzó a entrar por la ventana. Un rayo me llego a los ojos, los abrí a regañadientes, pero los abrí.
Me costo unos minutos reaccionar, el sueño había sido profundo. Si alguien me hubiera preguntado la hora en ese momento hubiera dicho que solo habían pasado cinco minutos.
Me asuste. ¿Dónde estaba? Debía estar soñando y creía que estaba despierto, otra explicación no había. No reconocía nada de nada. En ese instante, apareció un corazón con patitas y sonriéndome. Si señores, lo que escuchan, un corazón muy rojo, con patitas y sonriéndome. Me quede de piedra.
– Hola como estas? Me dijo. Yo flipaba, me lleve las manos a los ojos y de repente me vi las manos. Tenían guantes blancos. Baje la mirada, y me vi los pies. Levante la vista y vi que el corazón con patitas tenía las mismas que yo. Ya no entendía nada. Todo se volvió negro. Creo que entre en un sopor del susto y me desmayé.
El agua me hizo reaccionar. Ahí estaba el corazón con patitas.
– Hola amigo, cálmate, y comenzó a reír.
Tenia una boca grande, blanca. No dejaba de sonreír, lo que me calmo. Pero bueno como voy a estar calmado, si este sueño es de locos. Me esta sonriendo y hablando un corazón con patitas, pensé.
– Si, tenes razón, te esta hablando un corazón con patitas, pero mi nombre es Max, encantado. Eso sí, tu también eres un corazón con patitas como dices, mira un espejo, mírate bien.
– Yo? venga ya. Me acerco el espejo. Tenía razón, yo también. Esto era de locos. Eso sí, yo no era rojo, era azul
-Y este color? Porque yo soy azul, si los corazones son rojos como tu? Creo.
– Porque eres azul? Buena pregunta, a ver si te la puedo contestar. No sé mucho de estas cosas. Pero según me han contado. Los corazones azules son los que tiene todavía separada la cabeza del corazón. Los que piensan una cosa y sienten otra. Los que no son una persona total. Que siente y piensa en concordancia con su vida. Pero tranquilo, porque el 90 % de la gente lo tiene azul, y no se dan cuenta.
– ¿Eso como lo sabes tú? Le dije, con una sonrisa socarrona.
– Porque si miras a tu alrededor en tu vida, veras que mucha gente siente una cosa y hace lo contrario a ello. Piensa una cosa, y anula sus sentimientos en pos de su vida, para no tener complicaciones. Así de simple.
– ¿Y porque tienen patitas los corazones?
– Sencillo, para salir corriendo. Si lo notas, tu que eres todavía azul, las tiene más largas que las mías, así correrás más rápido cuando tu cabeza ordene a tu cuerpo que no le haga caso a tu corazón. No tiene más. Pero tranquilo, todavía tienes arreglo, no eres amarillo. Ellos ya no juntaran más su corazón y su cabeza. Los azules lo pueden remediar todavía.
Esto era de locos. Y pregunté…
– Dime, ¿tú eres uno de esos elegidos, que usan el corazón y la cabeza a la vez? Por eso eres rojo?
– Mira te voy a contar un secreto. Yo soy rojo, no solo por eso, sino porque me caí en un cubo de pintura roja, y siguió riéndose.
Sonó el despertador, me desperté, todavía tenía la oportunidad de ser feliz, solo debía ser sincero con mis sentimientos hacia la gente que quería. Aunque sea lo podría intentar.
Jo, menudo sueño.